Queridas Lectoras,
¡Bienvenidas a un viaje por la historia y el arte en el corazón de la Ciudad de México! Hoy nos adentramos en los misterios y maravillas del Museo de las Vizcaínas, un tesoro oculto que promete sorprender y deleitar a cada paso.
Imagina esto: una guía especializada te acompaña por los pasillos de un edificio con 255 años de historia educativa ininterrumpida. No es cualquier edificio, es el Colegio de San Ignacio de Loyola Vizcaínas, una auténtica joya barroca que ha visto generaciones de estudiantes desde su apertura en 1734.
Este colegio es como una máquina del tiempo. Su pinacoteca virreinal te permite conocer a los grandes maestros de los siglos XVII y XVIII, como Miguel Cabrera, José de Ibarra y Cristóbal Villalpando. Cada pintura cuenta una historia, un pedazo de nuestro pasado novohispano, lleno de colores y detalles impresionantes.
Pero no sólo de pinturas vive este museo. Las esculturas policromadas y la orfebrería virreinal son testigos silenciosos de una época de esplendor artístico. Y si de textiles hablamos, prepárate para maravillarte con las creaciones de las colegialas de Vizcaínas. Sus manos tejieron historias con una diversidad de materiales y técnicas que aún hoy nos asombran.
¿Qué tal una visita a la capilla doméstica del siglo XVIII? Sus cinco retablos dorados brillan como el sol, y el coro alto, con su órgano del siglo XIX todavía en funcionamiento, te transporta a un tiempo en que la música sacra llenaba estos espacios sagrados. Es uno de los pocos órganos de su tipo que aún resuenan en el Centro Histórico.
Además, el Colegio Vizcaínas guarda objetos de la vida cotidiana y material didáctico que nos ofrecen una ventana al pasado. La colección científica del siglo XIX es un verdadero viaje en el tiempo para los amantes de la historia y la ciencia.
Todo esto dentro de un edificio que, por su grandeza, podría ser una calle completa de otra época. Declarado monumento histórico por el INAH, su arquitectura es un testimonio vivo de la maestría de José Miguel de Rivera Saravia, quien también diseñó el Templo de San Matías Apóstol en Iztacalco.
Y aunque a veces parece que Vizcaínas se oculta a plena vista, su tamaño y riqueza histórica lo hacen imposible de abarcar en una sola fotografía. Quizás es por eso que muchas personas no lo conocen a profundidad. Pero tú, querida lectora, ahora tienes la llave para descubrirlo.
Recuerda, las visitas son solo los miércoles, una oportunidad exclusiva para vivir esta experiencia de una manera más íntima y detallada. Pasear por Vizcaínas en una tarde solitaria y lluviosa es como viajar en el tiempo, una aventura que te deja con el corazón lleno de historia y arte.
Así que, ¿te animas a descubrir los secretos de Vizcaínas? Es una visita que no solo vale la pena, sino que enriquecerá tu alma de amante del arte y la historia. ¡Nos vemos en el próximo recorrido!
Con cariño,
Silvana Gesualdo