Queridas lectoras,
Hoy quiero invitarles a sumergirse en la vida y obra de una de las figuras más fascinantes y a menudo subestimadas del arte contemporáneo: Lee Krasner. Una artista cuyo lienzo, "Another Storm" (1963), de casi 15 pies de ancho, exige no solo espacio físico, sino también un lugar preeminente en la historia del Expresionismo Abstracto. Esta escuela, dominada por gigantes como Barnett Newman, Clyfford Still, Mark Rothko y, por supuesto, Jackson Pollock, esposo de Krasner hasta su trágica muerte en 1956, redefinió la pintura a una escala monumental, acercándose a la envergadura de murales públicos.
En 1958, cuando una selección de estas obras monumentales del Museo de Arte Moderno se presentó en Europa, los críticos quedaron asombrados. En Madrid, un crítico español observó que uno de los enormes lienzos de Pollock solo pudo ingresar al Museo Nacional de Arte Contemporáneo después de ensanchar la puerta principal. Entre los 17 artistas incluidos en la exposición, la única mujer fue Grace Hartigan, mientras que Krasner no estuvo representada a pesar de haber desarrollado su estilo distintivo en los años 40.
Nacida en Brooklyn en 1908, Lee Krasner creció en una familia indiferente al arte. Sin embargo, desde joven mostró interés en la pintura y el dibujo. Estudió en la Washington Irving High School y luego en la Cooper Union y la Academia Nacional de Diseño. Fue en las exposiciones de Henri Matisse, Pablo Picasso y Georges Braque donde Krasner encontró la inspiración que cambiaría su vida y la llevaría a explorar el arte moderno.
En Greenwich Village, Krasner se unió a las clases del pintor alemán Hans Hofmann. Hofmann enseñaba que la pintura era un conjunto de posibilidades formales a reinventar continuamente. Krasner absorbió este enfoque, situándose en el epicentro del mundo artístico de Manhattan, rodeada de figuras influyentes como Arshile Gorky, Willem de Kooning y Franz Kline.
A finales de 1941, John Graham le pidió a Krasner que participara en una exposición que incluía nombres tan ilustres como Matisse y Picasso, junto a un desconocido Jackson Pollock. Impresionada por su obra, Krasner se presentó en su estudio y, poco después, se convirtieron en pareja. Asumió la ardua tarea de promover la carrera de Pollock, logrando que Peggy Guggenheim, entre otros, lo apoyara. Guggenheim no solo le dio a Pollock una exhibición individual, sino que también les prestó dinero para comprar una casa en Springs, Long Island, donde Pollock encontró un refugio creativo.
Gracias en parte a la advocación de Krasner, Pollock se convirtió en objeto de debate entre los críticos más influyentes de la época, Harold Rosenberg y Clement Greenberg. En 1950, Alfred Barr, del Museo de Arte Moderno, seleccionó a Pollock, junto a Gorky y de Kooning, para representar a Estados Unidos en la Bienal de Venecia. Ese mismo año, la revista Life preguntaba en un titular si Pollock era “el mayor pintor vivo en los Estados Unidos”, reflejando el éxito del artista impulsado en gran medida por Krasner.
El sacrificio de Krasner por Pollock eclipsó su propia carrera, pero su ambición y logros nunca dejaron de ser significativos. Sus pinturas “allover” son una de las contribuciones más poderosas del primer Expresionismo Abstracto. Durante los años 70, cuando el movimiento feminista comenzó a cuestionar las discriminaciones en el mundo del arte, Krasner insistió en que las mujeres aún enfrentaban serias barreras. En sus últimos años, recibió finalmente el reconocimiento que merecía, y su legado se consolidó con retrospectivas y exposiciones que destacaron su influencia y la fuerza de su obra.
Krasner transformó el campo pictórico con una energía orgánica y un impacto heroico, abriendo caminos no solo para su generación, sino para las futuras artistas. Su obra, tan desafiante como seductora, sigue vibrando con la vitalidad de una verdadera pionera.
Hasta la próxima, queridas lectoras, y que el arte nos siga inspirando siempre.
Con cariño,
Silvana Gesualdo
Ciudad de México a 19 de junio de 2024