Queridas Lectoras,
Hoy en "Mujeres en el Arte" les presentamos la historia de una de las figuras más fascinantes y luchadoras del Barroco italiano: Artemisia Gentileschi, una pintora que, a pesar de enfrentar terribles adversidades, triunfó en un mundo dominado por hombres.
Artemisia nació en Roma el 8 de julio de 1593 y era la mayor de cuatro hermanos. Su padre, Orazio Gentileschi, era un pintor pisano que se instaló en Roma veinte años atrás. De su madre, en cambio, no sabemos nada, salvo que murió en 1605 a los treinta años y Artemisia era una niña de 12 años. Desde ese momento, Artemisia hubo de ocuparse de la casa y del cuidado de sus hermanos menores, porque el padre no se casó de nuevo. En el taller paterno, anexo a la casa familiar, Artemisia descubrió su vocación por el arte. En un primer momento, Orazio había insistido en que su hija tomase los hábitos, pero al final aceptó el sueño de Artemisia de convertirse en pintora, un oficio de hombres en esa época. Sin embargo, en aquellos tiempos era impensable que una mujer se formara en el taller de algún maestro, sin contar con que un padre apenas permitía a su hija salir de casa (como mucho, para ir a la iglesia, por cierto, Tuzia una vecina de la familia tenía la encomienda de vigilar a la joven Artemisia cuando el padre y los hermanos salían de casa) su formación, pues, se llevó a cabo en el estudio paterno.
Una tragedia que marcó su vida
A comienzos de 1611, a Orazio Gentileschi le encargaron pintar al fresco una pequeña logia en el palacio del cardenal Scipione Borghese, en Monte Cavallo. El mecenas colocó a su lado a un joven artista, Agostino Tassi, apodado lo Smargiasso, "el Bravucón". Entre ambos surgió la amistad, por lo que Orazio, que estaba casi siempre fuera y ya no se podía ocupar de los estudios de su hija, pidió a su colega que le diese clases de perspectiva. Agostino, pues, comenzó a frecuentar la casa de los Gentileschi, terminando por prendarse de la muchacha, que ya tenía 18 años.
Un día, el joven pintor alejó a Tuzia de la casa y violó a Artemisia, tal como las actas del juicio posterior confirman y como ella misma declara: "Me arrojó al borde del lecho [...] y me puso la rodilla entre los muslos para que no pudiera juntarlos...". Luego, para tranquilizarla, Tassi le prometió casarse con ella, promesa que durante un año la muchacha esperó en vano a que éste cumpliera. En marzo de 1612, Orazio Gentileschi denunció a Agostino Tassi ante las autoridades, que lo llevaron a juicio.
En esa época, la violencia sexual no se consideraba un delito contra la mujer, sino contra el honor familiar. Además, para obtener justicia, a la víctima se le exigía que demostrase haber tenido siempre una conducta casta y muy íntegra. Durante todo el proceso, Artemisia insistió tanto en la violencia como en el engaño respecto a la promesa nupcial, mientras que Agostino la acusó de ser una mujer de mala vida y dijo que nunca había tenido relaciones con ella. Para agravar las cosas, Tuzia y otros testigos afirmaron que la pintora se veía con otros hombres y que era "demasiado libre". Incluso hubo quien afirmó que solía asomarse a las ventanas de su casa, cosa que no era adecuada para una persona "decente".
Artemisia, a la que se miraba ya con desconfianza por su profesión, fue considerada una mujer libertina. Por si fuera poco, para verificar que su declaración era cierta, fue examinada por dos comadronas y se la sometieron a la tortura sibilli. Esta técnica consistía en colocar unas cuerdecitas entre los dedos de las manos unidas y accionar a continuación un palito que, girando, apretaba las falanges hasta triturarlas. Mientras la torturaban, se volvió hacia Tassi gritando: "¡Éste es el anillo que me das y éstas son tus promesas!". El juicio acabó en septiembre con la condena de Tassi. La sentencia preveía cinco años de cárcel o el exilio.
Renacer en Florencia
El 29 de noviembre de 1612, aproximadamente un mes después de terminarse el juicio, Artemisia se casó con el florentino Pierantonio Stiattesi, un pintor mediocre con el que tuvo cuatro hijos. Fue un matrimonio acordado por su padre y celebrado para acallar el escándalo. Artemisia lo aprovechó para dejar Roma y enfrentarse a la vida de manera independiente.
La pareja se trasladó a Florencia. Antes, Orazio dirigió una carta a la gran duquesa de Toscana, Cristina Lorena, en un intento de introducir a su hija en la corte de los Médicis. Orazio no dudó en elogiar a Artemisia: "Me hallo con una hija hembra con otros tres varones, y esta hembra, habiéndola yo encaminado por la profesión de pintura, en tres años ha adquirido tanta práctica que puedo decir que hoy no hay nadie igual a ella". Sin embargo, es probable que la influencia del hermanastro de su padre, Aurelio Lomi –un pintor muy apreciado en la corte de Florencia–, fuera más determinante en conseguirle ayuda.
En poco tiempo Artemisia consiguió entrar en el círculo del gran duque Cosme II. Comenzó a relacionarse con nobles e intelectuales como Galileo Galilei, con quien mantuvo una correspondencia epistolar, y con Miguel Ángel el Joven, bisnieto del gran Miguel Ángel Buonarroti. Fue él quien, el 24 de agosto de 1615, le encargó Alegoría de la inclinación para la bóveda de la casa familiar. Artemisia pintó un desnudo de mujer tan realista (un autorretrato, según algunos) que su cliente se vio obligado a cubrirlo con unos paños más tarde.
En poco tiempo, la fama de Artemisia creció hasta el punto de que, en una carta del secretario de Cosme II, se la define como una "artista que ya es muy conocida en Florencia". El 19 de julio de 1616, fue la primera mujer admitida en la Academia de las Artes del Dibujo, fundada por Vasari en 1562. Estuvo inscrita en ella hasta 1620, cuando pidió al gran duque permiso para pasar algún tiempo en Roma para ocuparse de algunas cuestiones familiares. Su marido, Pierantonio, veía con buenos ojos el progreso de Artemisia, quien prácticamente mantenía a la familia y pagaba las muchas deudas contraídas por él.
El verdadero amor de Artemisia no fue su marido, sino el noble florentino Francesco Maria Maringhi. La intensa pasión entre ambos se evidencia en la amplia correspondencia descubierta hace unos años. Pero esa historia la platicaremos en otro momento.
Una vez en Roma, los salones se disputaban su presencia y se la invitó también a formar parte de la Academia de los Deseosos, una prestigiosa institución que reunía a los intelectuales romanos. Me gustaría que dimensionemos que Artemisia exploró con gran maestría los géneros como el retrato, la pintura religiosa, pintura de historia y por supuesto los temas mitológicos.
En 1621, Artemisia trabajó en Génova antes de trasladarse a Venecia, donde conoció a Anton Van Dyck y Sofonisba Anguissola. Posteriormente, regresó a Roma y, entre 1626 y 1630, se estableció en Nápoles. Durante su estancia en Nápoles, recibió su primer encargo para realizar una pintura al fresco en la iglesia de la ciudad de Pozzuoli, cercana a Nápoles.
Cortejada por reyes
El padre de Artemisia se trasladó a Inglaterra, mientras ella emprendía un viaje por el norte de Italia. En 1630, la artista decidió ir a Nápoles, que a comienzos del siglo XVII era una de las ciudades más grandes de Europa, meta de comerciantes y pintores. Allí recibió importantes encargos, entre otros de Felipe IV de España. En 1637, Carlos I de Inglaterra la invitó a su corte, a la que se desplazó al año siguiente. Allí se reunió con su padre, que estaba trabajando en la decoración del techo de la Queen’s House, en Greenwich. Tal vez ambos volvieron a colaborar hasta la muerte de él, acaecida en 1639. En sus años londinenses, Artemisia pintó una de sus obras más famosas: Autorretrato vestida de Pintura.
Artemisia regresó a Nápoles, donde vivió hasta su muerte (se desconoce la fecha exacta). Tras casar a una de sus hijas, se encontró en dificultades económicas y aceptó trabajar para Antonio Ruffo, un coleccionista siciliano que le había encargado algunas obras. Sin embargo, los problemas económicos no disminuyeron y a veces se vio obligada a malvender sus obras.
Pasó sus últimos años sin intentar nuevos retos artísticos y agobiada por las deudas. Pese a su indudable calidad artística y sus influyentes amistades, no se libró nunca del todo de su fama de licenciosa. La opinión pública nunca le perdonó ser una mujer libre.
Su figura fue rápidamente olvidada y no sería redescubierta hasta 1916 gracias al historiador del arte Roberto Longhi. Con los años, sin embargo, su historia personal ha prevalecido sobre su trayectoria artística, menoscabando un trabajo cuya calidad se puede comparar con la del mismísimo Caravaggio.
Artemisia ha sido una fuente de inspiración por la fortaleza con la que enfrentó los derroteros de la vida, en una época donde las mujeres no podían valerse por sí mismas. Algunas historiadoras coinciden en que su obra representa mujeres apasionadas y dueñas de si mismas que hicieron justicia por su propia mano.
¡Esperamos que esta entrada les haya resultado inspiradora! No olviden suscribirse a nuestros cursos para aprender más sobre mujeres excepcionales en la historia del arte y seguir descubriendo sus asombrosas contribuciones.
Silvana Gesualdo
Ciudad de México 8 de julio de 2024